jueves, 31 de julio de 2008

Las musas han "pasao" de mí...

Las musas están pasando de mí estos días. Teniendo en cuenta que lo mío es la escritura automática (las palabras fluyen solas en la pantalla, nunca creo argumentos) me preocupa abandonar mi deporte favorito así que me dejaré llevar por lo que los dedos decidan...

Se asoma mi primer agosto ocioso en la capital. Me gusta el calor de la noche madrileña. Sí, soy una friky, ya lo sé, esto no se dice, pero yo estoy en la gloria. Demasiado moho acomodado en los recovecos de mi cuerpo después de años en la húmeda Galicia. Adoro mi tierra pero es público y notorio que no su clima. Hoy, sin ir más lejos, diluvia allí, mientras que yo paseo mi palmito bajo 36 grados y ni una sola nube.

Ayer noche me di mi primera escapadita de la temporada. Tuve una compañía estupenda _algo que agradezco sobremanera en esta ciudad en la que aún soy sólo una invitada_, mi primera experiencia comiendo en tatami y copillas tranquilas en garitos nuevos.

Un par de nubes en el horizonte azotan a dos de mis chicas favoritas y estoy muy lejos de ambas para ofrecerles mi hombro, lo cual me duele particularmente. Saldrán adelante, no tengo dudas, pero a todos nos gusta que nos arropen cuando las cosas se ponen feas.

He recibido una visita relámpago, emocionante y más corta de lo que desearía pero, ante cualquier regalo inesperado, decido no mirar el diente al caballo y me quedo con lo bueno.

Navego por la red leyendo las mismas ofertas laborales una y otra vez y aguardo a mis ansiadas vacaciones reales. Sin niños recuperaré un poco de mi espacio de mujer, que me hace mucha falta, aunque como me comentaban ayer, no tengo pinta de mamá. De hecho, creo que tengo pinta de pendón porque esta temporada paso a diario la prueba de la obra (oséase, a los obreros pegando alaridos desde los andamios cuando una entra y sale de su casa). No sé si es que estoy buena o estoy engordando, es toda una preocupación, más teniendo en cuenta que no me explico cómo encuentran fuerzas ni para silbar con el calor que tienen que estar pasando.

Un día más, un mes más, un año más. Estoy en ese permanente pasar en que esperas acontecimientos que cambien tu vida de un golpe y no pasa nada. Supongo que cuando espere que no pase nada, sobrevendrá otra carambola del destino. Quién sabe. Esto es un misterio.

Hace calor y...

No se me ocurre nada.

sábado, 26 de julio de 2008

Perdiendo el tiempo

Estoy desvelada. Esto no es ninguna novedad, soy insomne desde hace cientos de años. Hace una maravillosa noche de verano, de esas que tanto soñé con disfrutar en mi terraza en buena compañía. Nunca lo hago, no tengo con quién. Nada nuevo bajo el sol. O la luna.

Me he tumbado en la cama a leer, copita de Ribera del Duero en mano, con la firme intención de dormirme plácidamente. Pero no, me he desvelado.

Acostada en la penumbra de mi cama, reflexionaba, como siempre, sobre qué diablos pinto yo, qué necesito y qué me gustaría. No entiendo cómo puedo perder tanto tiempo en este deporte pero así es.

Leí un rato la historia de una prostituta de lujo. El libro no es nada del otro jueves (yo lo hubiera hecho mucho más morboso… Tendré que pensarlo) pero me entretiene.

Estoy muy bronceada, el paro me permite pasar muchas horas en la piscina y algún rato en la playa. Me he comprado en las rebajas unos cuantos pijamitas cortitos que me chiflan para el verano. Me gustan porque son sexys, porque son cómodos y porque siempre tengo la secreta ilusión de que alguien los vea y los valore.

Así, en las tinieblas de mi cama de 1.50 de eslora, con mi escotado pijamita y mi pantaloncito corto naranja, saboreando el vinito, me encontraba terriblemente desaprovechada. Más si cabe ahora que tengo la firme intención de no tener más aventuras que me dejan vacía y asqueada.

Observo mi figura. Sigo siendo atractiva. Mis piernas, antaño legendarias, siguen dando el pego aunque yo me torturo bajo las luces halógenas. Conservo un culito respingón, mucha malicia, el escote de mi pijamita es prometedor y la copa que saboreo debería ser el preámbulo de una noche fantástica.

En cambio, observo mi enorme lecho vacío y las escasas posibilidades que tengo de llenarlo de algo más que sexo. Me encanta el sexo, claro, pero cuando recuerdas lo que es hacer el amor, casi suena a basura. Pienso en noches más amables e intento borrar algunas de mi mente que jamás debieron tener lugar. Paladeo mi último encuentro de pasión y amor hasta la saciedad. No me estoy portando bien. Sé que tengo que seguir pero… ¿Qué otra cosa tengo?

Es una de tantas noches en las que me siento sola. Una de tantas en que piensas que el tiempo pasa deprisa y lo estás perdiendo. Al menos, estás desaprovechando algunos dones de la naturaleza que, dada mi proverbial mala suerte, es de las pocas cosas que me han sido dadas sin mérito alguno por mi parte.

El verano es tiempo de deseo, de provocación. Poca ropa, mucho tiempo, mucha hormona. Creo que desperdiciaré mi bronceado y mis pijamitas porque mi experiencia en Madrid con los hombres –en general y hablo en el rango de seres humanos, no de amantes- no puede ser más penosa. No he hecho más que conocer mentecatos, algún porrero psicópata en ciernes, seres que fingen ser personas y, de pronto, vuelven a su estado natural de ranas. Y hasta sapos venenosos…

Es una gran verdad que el sueño de la razón produce monstruos. O la falta de él. Qué ganas de cambiar el rumbo, de transformarlo todo y qué pocas posibilidades. Me siento perezosa y sensual como buena Leonor que soy. Los efebos no me hacen gracia, demasiado cortitos para mí, y los otros… acostumbran a estar acabados por fuera o por dentro.

Y en la clara y cálida noche madrileña vuelvo a pensar lo diferente que sería todo...

Si tú quisieras.

viernes, 25 de julio de 2008

El arte de amar (Ars Amandi)

Aquí estoy, agazapada en mi nuevo personaje, a cubierto de miradas indeseadas pero sin cambiar ni un ápice mi proverbialmente personal estilo.

Algunos ya me conocéis, otros me habréis perdido tras la suspensión del primer blog que le dio sentido a esta nueva andadura. Espero reencontrar a muchos y conocer a otros. Para todos, ésta y no otra, soy yo, un ser que vive en su propio mundo paralelo donde existen las hadas, las diosas y los sueños a los que no me atrevo ni a nombrar, como aquélla que me presta su nombre ahora: Leonor, reina de trovadores.

Qué semana tan agridulce. Hice un descubrimiento que me llena de la misma ilusión que desesperanza, he dado otro tropezón con algún personaje que no debería haber dejado entrar jamás en mi vida (aunque sea de puntillas, como así ha sido) y hoy un amigo sin igual me ha dicho adiós para siempre.

Me produce una enorme tristeza que las personas valiosas hayan de salir de mi mundo porque el destino se pone en contra y porque mi sola presencia las hace infelices, aunque sea por el más hermoso de los sentimientos. Así es la vida, unos se alejan de mí porque no pueden tenerme cerca y otros no me tienen cerca porque me mantienen lejos, muy a mi pesar.

Mi descubrimiento podría resultar pueril para las personas que usan la palabra amor y enamoramiento con facilidad. Yo soy extremadamente cuidadosa separando términos. Por ello, ser capaz de admitir, asumir y hasta proclamar ante mí misma que he vuelto a sentir el amor es un acontecimiento de enormes dimensiones.

Estoy enamorada. Qué extrañas suenan estas palabras en mi voz. Hace mucho que ocurrió pero me he negado a verlo, y aún más a reconocerlo, por puro instinto de supervivencia. Siempre creí que el día que ocurriese tendría miedo, que sufriría mucho, pero no, me siento bien. Me siento humana, me siento viva aunque, por supuesto y como no podría ser de otra manera en mi caso, no soy correspondida. No es que no tenga importancia para mí que mi amor no pueda materializarse en todo su esplendor _nada me haría más feliz y nada me parece más improbable_ pero saber que he sido capaz de sentir abre muchas puertas a mi corazón.

He hecho el amor en toda la dimensión de la palabra después de muchos, muchos años. Por primera vez, plenamente consciente de mis sentimientos, de mi cuerpo, de todo lo que estaba entregando. Me quité la armadura unas horas, no me guardé nada, no contuve el aliento para no sufrir cuando todo acabase, aún sabiendo que el amanecer me llevaría lejos. Besé con el alma y el cuerpo, acaricié con la vista, con el corazón, me sometí gozosa, fui de él y le sentí mío. Y es una sensación irrepetible que me da nuevos bríos para soñar con que, algún día, alguien sienta algo parecido por mí al mismo tiempo que yo. Y si no es así, siquiera para disfrutar mientras siento, sola o acompañada.

El objeto de mis deseos no es nuevo, lleva dos intermitentes años en mi vida pero yo ocupo mucho menos espacio en la suya. Es más, mi tarea es seguir mi camino, como siempre, mirando atrás sólo de vez en cuando para paladear los momentos felices y esperar que la mala racha acabe algún día. Sólo dos veces en mi existencia he visto claro que lo daría todo, lo arriesgaría todo por seguir a alguien, porque ese alguien me dijera “ven”. Y por supuesto, no me lo dirá.

La diferencia entre la primera vez y ésta es que entonces era casi una niña, desconocía mi cuerpo, mis atractivos, mi valor. Tenía todo por dar pero no sabía qué. Jamás le dije a mi primer amado que le quería, temerosa del rechazo. Ahora, este post es una declaración sin miedos, sin presiones, sin esperar nada a cambio.

No temo que no me amen, me vale con poder hacerlo yo. No temo al rechazo, él me conoce, nunca le perseguiré. Pero cuando alguien es capaz de producir un sentimiento tan bello debe saberlo. Y si no aprecia ese regalo, es su miseria, no la mía.

La madurez me sirve ahora para apreciar la inmensidad de los momentos vividos, de ser capaz de sentir tanto, de estar dispuesta a dar tanto y, a pesar de no poder hacerlo, no pensar que ha sido un error.

No lo ha sido. Mi elegido no me elegirá pero me ha abierto una ventana en la mazmorra. Paradójicamente, amarle a él me permitirá encontrar el amor, aunque no sea en sus brazos. Y ser adulta me permite soñar con que algún día encuentre a aquel conquistador a quien sea capaz de conquistar.

Tengo que olvidarle, no soy su tipo de mujer, no soy quien busca, aún cuando creo que se equivoca. Puedo seguir adelante y lo haré. Pero no tengo prisa.

Mientras tanto… recuerdo, amo, siento… Espero.

Y estoy viva.