Mi pequeño héroe del desierto
Han sido estos últimos, unos días curiosos. Días de introspección, de análisis de sentimientos, de emociones desconocidas.
El amor sigue siendo una asignatura abstrusa para mí. No sé cómo se gestiona ni cómo se reconoce. Lo he visto más de una vez en los de los ojos del mismo rostro que se niega a dejarme entrar y, al tiempo, a dejarme salir. Lo percibo en aquellos que nunca podré amar y en los que no sé cómo amar. Me confunde en ésos que dicen sentir rápidamente por casi cualquiera y se resisten a mi paso. Es, definitivamente, un misterio sin resolver. Ciertamente, hombres y mujeres somos tan diferentes que es increíble que nos sigamos encontrando.
Sin embargo, estos últimos días me he vuelto a enamorar. De un amor diferente a lo que conocía. Él tiene el pelo y los ojos negros como la noche y la piel del color del chocolate. Una sonrisa pícara que habla en todos los idiomas y ocho años de edad. Es mi pequeño héroe del desierto. Así le llamo desde que le conocí.
Jabala (como se pronuncia en saharaui) es un niño de acogida que trajo el padre de mis hijos e invitamos a pasar con nosotros unos días. No imaginaba yo toda la alegría y fuerza que me traería ese valiente del tamaño de un niño de seis años, subdesarrollado con motivo de una mala nutrición, extradesarrollado en neuronas, como corresponde a su condición de superviviente.
Jabala come una vez al día en el campo de refugiados del Sáhara de donde viene. Tiene a babá, mamá y tres hermanos más. Es fuerte y duro. Jamás llora aunque se haga daño. Habla poco español pero entiende y se hace entender a la perfección con esa cara inteligente y bonita. Mi héroe aprendió a andar en bicicleta, sin ruedines y sin haber visto una en toda su vida en… ¡Diez minutos! Vuela raudo en su caballo de ruedas, mientras mi amiga y yo corremos enloquecidas temiendo que no frene y se deje los dientes. Él ríe, ríe y para cuando quiere. Nos mira y dice: ¡Ya está! Coge carrerilla y salta sobre el sillín en marcha como los jinetes de las películas del oeste.
Jabala tampoco sabía nadar. Ni había visto agua corriente, luz eléctrica ni mucho menos una piscina. Sonríe feliz chapoteando sin temor. Nunca he conocido una criatura tan valiente. Desconoce el miedo y jamás se da por vencido. Jabala se tira a la piscina como si lo hubiese hecho toda la vida y sonríe satisfecho flotando a duras penas pero, sin duda, flotando. Cuando termina su baño, con una disciplina militar, sube a cambiarse, tiende su toalla y el bañador. Al siguiente baño, vuelve a cambiarse. Las veces que haga falta. Rápido y obediente. Hace su cama, recoge sus cosas. No necesita órdenes.
Jabala me llama “mamá” desde el baño. Y cuando acudo en respuesta al nombre universal me recibe con su sonrisa pícarona, sabiendo que atenderé a esa palabra para él igual que para mis hijos. Come mucho, come muy bien. Todo le gusta. Es un maestro con los cubiertos _que nunca había usado antes_, sigue las normas de la casa mejor que mis pequeños roedores.
Jabala fue el niño más feliz de la tierra bajo los aspersores que regaban el césped del jardín. Jabala disfruta de todo y de todos. Fue un modelo de adaptación para todos los amiguitos de mis hijos que le miraban con curiosidad.
No puedo comprender cómo hay gente que dice ser incapaz de adoptar a un niño o que no es posible quererles como si fuesen de tu sangre. Yo tengo dos hijos de mi propia sangre y, si pudiese, Jabala sería el tercero sin más lazos que los del amor. En tres días me robó el corazón para siempre y se me parte sólo de pensar que el sábado nos abandona y volverá a las penurias, la opresión, el subdesarrollo.
Mi pequeño héroe del desierto es un fuera de serie. Mi consuelo es que sobrevivirá en donde quiera que sea, porque tiene todos los dones que no se pueden comprar con dinero: inteligencia, simpatía, empatía, disciplina, fuerza, valor.
El Indurain saharaui se va, nos deja. Le echaremos de menos toda nuestra vida. Le sentiremos ahora mucho más cerca a él y a todos los de su mundo. Aún así, él es un niño especial. Ni en el Sáhara ni en ningún otro lugar del mundo hay otro como él. Y no es pasión de madre. Es pura, rendida y total admiración.
Hasta siempre, mi pequeño héroe del desierto.
11 comentarios:
Enternecedor, entrañable, conmovedor. Una experiencia así debe curtir mucho. Enhorabuena por haber tenido la oportunidad de vivirla y gracias por compartirlo.
Un besote.
Hola, hermosa. Aquí estoy para tí.
Creo que conocer a ese niño tan asombroso ha sido como un bálsamo para tu alma. Siempre lo es sentir un amor nuevo e inesperado, de un tipo diferente.
Conozco algún caso más de acogimiento a niños saharauis, y la verdad es que, lejos de hacerles un favor nosotros, nos lo hacen ellos, y multiplicado por mil.
Muchos besos, Nena.
El AMOR es un sentimiento universal, generoso y que no conoce fronteras. Cualquier intento de encorsetarlo, de ponerle etiquetas, de definirlo es tan obedece tan solo a ese vano intento de tenerlo todo bajo control de tener una falsa sensacion de seguridad.
Entonces convertimos el AMOR en simple amor.
Besos
qué chuli, ojalá el niño pudiera leerlo
Quién sabe... Tal vez algún día cuando sea mayor lo lea... Pero no ahora, mi ex lo impediría, seguro...
¡Hola!
Compruebo que no has perdido ni un ápice de tu destreza verbal. Me alegra sobremanera (he tenido un desencuentro con una "estrella de la blogosfera" por hacer una sugerencia; bueno, ni eso).
¿Qué puedo decir de esta historia? Que no basta con leerla y releerla pese a lo bien escrita que está: hay que vivirla. ¿Dónde quedan nuestras tribulaciones cuando miramos a esos ojos? No he tenido la oportunidad, pero, sin duda, se desvanecen, se caen de nuestras manos entre los dedos como la arena del desierto. Te doy la enhorabuena por ese gran acto de amor que has hecho, por lo que a cambio has recibido.
¡Besos, reina de trovadores!
Experiencias así son maravillosas. A veces al dar recibimos por triplicado. Enhorabuena.
Un beso
Yedra
estas son las experiencias que te hacen recapacitar sobre la suerte que tenemos los demás que ponseemos muchas más cosas pero no nos reportan las felicidad...no es mi caso: aún disfruto de una tarde en la piscina con mis niños o de una buena barbacoa familiar o de tantos pequeños detalles de mi vida diaria que mi pareja parece no apreciar...quizá debería mandarle al Sahara para que los apreciara él (ay, no...que está disfrutando de su "espacio" en soledad en la sierra hasta el lunes)
Bonita experiencia que abre el corazón a cualquiera y más con tus palabras tan bien expresadas
Besos sinceros
Querida María, qué alegría tenerte aquí... Bienvenido Loverfriend. Qué alegría veros a todos...
De verdad, yo no he dado nada, simplemente él ha llegado y lo ha tomado, lo ha hecho aflorar naturalmente, sin más. Yo no soy la persona especial aquí, no puedo ser más vulgar.
El mérito de esta experiencia no es mía (no le acogí yo, lo hizo mi ex que va sobrado de pasta... para el resto del mundo). Me hubiera gustado ser la que la gestó y haberle tenido todo ese tiempo pero mis posibilidades no lo permitían.
Apenas le disfruté tres o cuatro días pero le estoy muy agradecida por haber entrado en mi vida.
Y sí, querida Crika, nos hacen valorar muchas cosas aunque tú y yo ya lo hacemos ante la permanente presión de perderlas...
Al Sáhara no sé si deberías mandarlo pero que empieces a ser tú la que hacer ver que tb necesita espacio y empezar a gestionarlo... no sería mala idea ;)
Un beso preciosa. Estoy contigo de corazón
Maravillosos momentos los que le diste e inolvidables los que él os dió.
Tienes un corazón enorme y estoy segura de que él nunca te olvidará.
Besos.
NO sé si me olvidará pero lo que es seguro es que yo nunca le olvidaré a él... Cómo extraño a mi pequeño héroe...
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